A lo largo de su carrera, Deontay Wilder ha sido repetidamente desestimado como "un chico del campo". Tal vez su acento sureño y su amabilidad desarmen a algunos, pero el sur de Estados Unidos ha producido una cantidad inusualmente alta de los pegadores más temibles en la historia del boxeo. Y el estado natal de Wilder, Alabama, parece tener algo en el agua que genera monstruos.

Al igual que Wilder, dos de los noqueadores más intimidantes de la división de los pesos pesados, Joe Louis y Earnie Shavers, nacieron allí. Y como Wilder, noqueaban a sus rivales de forma tan brutal como espectacular.

Más allá de esa conexión con el "Corazón de Dixie", sus diferencias físicas solo refuerzan una verdad evidente: no existe una fórmula para el poder de pegada. Louis tenía un físico atlético y estilizado pero definido; Shavers era más bajo, con un cuerpo como una roca; y Wilder presenta una complexión larga y delgada, típica en ciertos pegadores. Cada uno combatía con estilos completamente distintos. En el caso de Wilder, aún sigue activo.

Con solo dos de sus 48 combates yendo a las tarjetas, no hay duda de que ha sido uno de los boxeadores más emocionantes de los últimos 15 años. Cuando pelea Wilder, prácticamente se garantiza un nocaut demoledor —y ese quizás sea el único elemento del boxeo que disfrutan todos los aficionados.

En 2003, The Ring publicó su lista definitiva de Los 100 Pegadores Más Grandes de Todos los Tiempos, y aunque la lista tendría algunas variaciones tras 20 años, las probabilidades están a favor de Wilder en un aspecto clave: los pesos pesados predominan. Seis de los diez primeros y diez de los primeros 25 puestos estaban ocupados por hombres de la división máxima.

Pero las estadísticas no lo son todo. Para ubicar a Wilder en la historia, es necesario mirar más de cerca su carrera y su pegada.

Wilder enfrentó dudas desde el inicio de su carrera, pese a haber ganado la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Su estilo agresivo y poco ortodoxo, con escasa técnica clásica, parecía vulnerable ante un boxeador con fundamentos más tradicionales. Había demostrado que su primer triunfo sobre Bermane Stiverne no fue casualidad al noquearlo brutalmente en el primer asalto de la revancha, y con ello también confirmó que su poder era auténtico.

El desafío ante Ortiz era distinto. Aunque mayor, Ortiz era un púgil completo, producto del duro sistema cubano. Tenía varios títulos amateur en su país y una ventaja de peso de más de 13 kilos sobre Wilder, lo que auguraba una prueba exigente.

Ortiz boxeó de forma eficaz durante nueve asaltos, incluso se levantó de una caída en el quinto. En varios momentos del combate, Wilder lanzó y conectó poco. Pero en el décimo asalto, justo cuando Ortiz parecía decidido a presionar, recibió un derechazo que cambió el rumbo. Cayó a la lona, se reincorporó, pero otra ráfaga de derechas lo volvió a derribar. La mirada de Ortiz hacia su esquina, incrédulo, decía todo. Aunque se levantó de nuevo, unos cuantos golpes más sellaron el desenlace.

En 2015, en su primer combate por título, Wilder no logró noquear a Bermane Stiverne. Pese a que desde entonces Stiverne ha tenido un desempeño pobre, en aquel momento era un campeón legítimo con victorias sobre Chris Arreola. Wilder dominó con su jab y lo estremeció en varias ocasiones, pero Stiverne resistió sorprendentemente bien.

En la revancha, Wilder resolvió el pleito en menos de un asalto, dejando a Stiverne desplomado contra las cuerdas y anulando toda duda sobre su primera pelea.

Cuando Wilder ganó el título del CMB, gritó al público: “¿Quién dijo que no sé boxear?”

Noquear a un porcentaje tan alto de rivales no es casualidad. De hecho, su falta de ortodoxia lo hace impredecible. Con 1.98 m de estatura y una envergadura de 2.11 m, es capaz de conectar desde ángulos imposibles.

Aunque mejoró aspectos como el jab y la ejecución de su derecha, Wilder siempre confió en su poder para terminar las peleas. Esa mentalidad lo llevó a recibir castigo innecesario en algunas victorias y a sufrir derrotas en combates cerrados. Objetivamente, sus habilidades técnicas no están entre las élite.

La mayor crítica a Wilder es la calidad de su oposición durante buena parte de su carrera. Aun así, su pegada fue suficiente la mayoría de las veces. Su trilogía ante Tyson Fury, donde terminó con un saldo de 0-2-1, mostró que podía cambiar una pelea con un solo golpe. Lo derribó varias veces y lo puso en problemas, pero no fue suficiente.

Sus derrotas más recientes ante Joseph Parker y Zhilei Zhang reflejan que está en el ocaso de su carrera. Aun así, ha demostrado valentía y una voluntad indomable.

70-80

Con nocauts tan violentos como los que le propinó a Artur Szpilka, Robert Helenius y Stiverne, es tentador ubicarlo más alto. No hay duda de que Wilder posee una pegada descomunal, pero el único rival de clase mundial que logró detener fue Luis Ortiz.

Eso no significa que no habría brillado en otras eras. Quizás sí. Pero Wilder combatió en su propio tiempo, y no fue precisamente una época dorada para los pesos pesados.

Si derrota a Tyrrell Herndon, probablemente no cambiará demasiado la percepción sobre su legado. Lo que sí es innegable es todo lo que ya hizo. Fue campeón mundial, disputó cerca de 100 combates entre el campo amateur y profesional, peleó en una docena de estados y se presentó en China, Rusia, Arabia Saudí, México, Inglaterra y Trinidad y Tobago. Llevó al mejor peso pesado de su generación al límite, más de una vez.

Y eso no está nada mal para un chico del campo.