El problema con cualquier cima es que, por definición, después viene una caída.

A veces puede ser un descenso tranquilo hacia el llano. Pero, más a menudo, a quienes alcanzan lo más alto les espera un precipicio abrupto.

Para Josh Taylor, convertirse en el primer campeón indiscutido de cuatro cinturones de Gran Bretaña significa que siempre respirará ese aire exclusivo. Haberlo logrado en apenas su 18ª pelea, derribando al invicto José Ramírez camino a una decisión unánime, hizo que su hazaña fuera aún más especial.

Desde aquella noche en la burbuja Covid de Las Vegas en mayo de 2021, las cosas empezaron a torcerse.

Primero fue su polémica victoria ante Jack Catterall en la primera defensa de su título indiscutido. Ganó por decisión dividida, pero no fue el mejor Taylor: cayó en el octavo asalto y muchos vieron a Catterall como vencedor.

Ese triunfo de febrero de 2022 terminó siendo la 19ª y última victoria de su carrera memorable. Luego vinieron tres derrotas: primero contra Teófimo López por el título OMB de las 140 libras, y después en la revancha ante Catterall, dos años y tres meses después de su primer combate.

Taylor se tomó un año fuera del ring, pero el zurdo escocés regresó en mayo con un nuevo acuerdo con Frank Warren. Lo que debía ser una especie de regreso triunfal en Glasgow acabó con el underdog Ekow Essuman venciéndolo por decisión unánime en el SSE Hydro.

Las cosas empeoraron semanas después: un problema ocular de larga data lo obligó a retirarse. No hubo despedida, ni última gran noche, solo un abrupto final.

“Es el final del camino para mí”, confesó Taylor a The Ring. “¿Pero qué voy a hacer ahora? El boxeo ha sido todo lo que he conocido durante 24 años. Era como si mi vida hubiera terminado. Nunca lo había pensado antes, pero ¿qué haces? ¿Qué hago conmigo mismo? De repente estaba atrapado en casa. Todos trabajando: mis amigos, mi pareja, mis padres. Y yo, intentando aceptar que mi carrera había terminado, solo, sin nada que hacer. No podía manejarlo. Era como: ‘¿Dónde se fue todo?’

“La mejor forma de describirlo es como un acantilado… caer de un acantilado. Por la forma en que terminó, tras la cirugía, fue repentino. Quizás podría haber seguido, pero no estoy dispuesto a jugar con mi vista. ¿Pierna, hombro? Tal vez. Pero no los ojos. Tuve que parar de inmediato. Y entonces, atrapado en casa, terminé en el pub o bebiendo en casa. Hasta que tuve una caída: me golpeé la cabeza contra el zócalo y me abrí la frente.”

Ese fue su punto más bajo.

“Fue lo más bajo de todo”, explicó. “Y pudo haber sido mucho peor. Estaba borracho, discutiendo con mi padre, y al caer me di en la cabeza. Él solo intentaba sacarme del bache. Pudo ser desastroso, pero quedó en un corte. A partir de ahí las cosas empezaron a cambiar en Belfast.”

Taylor viajó a Belfast el 13 de septiembre para comentar la pelea de peso wélter FIB entre Lewis Crocker y Paddy Donovan en Windsor Park. Allí sintió que recuperaba un propósito y el cariño del público fue el impulso que necesitaba.

Al día siguiente, sin embargo, recibió la noticia que sacudió al boxeo británico: la muerte de Ricky Hatton.

“Lo pasé genial en Belfast trabajando en el boxeo”, recuerda. “Cientos de personas se acercaban a hablar, a pedirme fotos, a desearme lo mejor. Pensé: ‘¡Vaya! Quizás sí tuve un impacto en este deporte’. Eso me levantó. Pero luego desperté con la terrible noticia sobre Ricky Hatton. Ese era mi héroe. Todos conocíamos sus luchas contra la depresión, así que esa noticia fue una llamada de atención. En ese momento supe que tenía que recomponerme y salir a hacer cosas.

“Volví de Belfast y tiré a la basura cualquier bebida que tuviera en casa. Me hizo mucho bien. Estaba en un lugar muy bajo. No me gusta usar la palabra deprimido porque se usa demasiado, pero estaba en un bache real. No podía con no poder boxear. Pero superé esas semanas horribles, cuatro, cinco, seis tal vez. Fue mi caída, pero ya estoy al otro lado. Ahora tengo el resto de mi vida por delante.”

Taylor habló con The Ring al día siguiente del nacimiento del primer hijo de su hermana. “Ahora soy el tío Josh”, dijo sonriendo.

A sus 34 años, también contempla volver al boxeo de alguna manera, ya sea en el gimnasio o como comentarista.

“Tengo muchas cosas a la vista”, añadió. “No las veía. Invertí bien mi dinero, así que puedo ayudar en el gimnasio con los chicos, lo cual disfruto. También ayudaré como tío. Tengo mucho por vivir y mucho que esperar.

“Siento que ahora sí puedo adaptarme a la vida; ser tío, quizá descubrir un nuevo campeón en Lochend. Tal vez tenga mi propio gimnasio algún día, aunque eso me ataría a estar la otra mitad de mi vida metido allí. Quizás me dedique más a mis otras pasiones: tengo mis motos y, sobre todo, puedo disfrutar de los placeres simples de la vida.”

Taylor sabe que su turbulencia no es exclusiva: muchos boxeadores en el mundo afrontan esa transición de púgil a la vida común.

“Mi consejo sería que intenten no obsesionarse demasiado”, dijo. “Es casi imposible no hacerlo, pero cuanto más lo haces, más te hundes. Es mejor mirar lo que sí lograste. Has vivido tu sueño. Por poco o mucho tiempo que haya sido, viviste tu sueño.

“Diste lo mejor, lo hiciste bien y ahora es momento de vivir la vida al máximo. Así que no estés triste. Siéntete orgulloso y feliz de lo que has hecho. Ahora tienes el tiempo para encontrar una nueva montaña que escalar.”