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Corey Erdman: La noche en que Archie Moore convirtió a Las Vegas en la capital del boxeo
Ring Magazine
COLUMNA
Corey Erdman
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Corey Erdman: La noche en que Archie Moore convirtió a Las Vegas en la capital del boxeo
Aunque se barajaron muchas sedes para la batalla del 13 de septiembre entre Canelo Álvarez y Terence Crawford, resulta más que apropiado que tenga lugar en Las Vegas. Aunque los recintos han variado con los años, la ciudad ha sido el epicentro de las peleas más grandes en la historia del deporte, una tradición a la que Canelo-Crawford ya pertenece incluso antes de que suene la campana.

Es una ciudad impregnada de historia boxística desde hace 70 años, un lugar donde algunos aseguraron que su nombre quedaría por siempre en luces, y otros terminaron en el “cementerio de neón”. El tejido urbano parece haber sido diseñado específicamente para el boxeo y, en particular, para sus combates más trascendentales. La mentalidad de todo o nada en las mesas de juego refleja los requisitos del cuadrilátero, y la infraestructura hotelera ofrece alojamiento de sobra y amplios espacios para que aficionados y acompañantes se mezclen antes y después de los combates, además de las inevitables “donaciones” en los casinos.

Las Vegas no fue construida para el boxeo, pero la versión de la Ciudad del Pecado que conocemos hoy existe en gran parte gracias a este deporte. El auge de los años sesenta y la carrera por construir casinos estuvo precedido solo unos años antes por el primer gran combate de la ciudad: el 2 de mayo de 1955, Archie Moore contra Nino Valdés, en peso pesado.


El boxeo de mediados de los cincuenta vivía una etapa turbulenta. Por un lado, un auge de popularidad gracias a la televisión; por otro, amenazas existenciales derivadas tanto del avance tecnológico como de turbios negocios. No era raro que más de la mitad de los televisores del país estuvieran sintonizados en los “Friday Night Fights” patrocinados por Gillette o Pabst Blue Ribbon. Sin embargo, plazas tradicionales como Nueva York, Chicago o Detroit sufrían caídas drásticas en número de veladas y venta de boletos: la gente prefería ver boxeo en casa o en el bar del barrio en lugar de pagar entrada.
Estas ciudades estaban dominadas boxísticamente por James Norris y Arthur Wirtz, fundadores del International Boxing Club of New York. Más tarde serían recordados por su influencia en el hockey profesional (poseían la mitad de la NHL de seis equipos), pero en ese momento eran prácticamente los organizadores supremos del boxeo.

Sin embargo, no eran solo sus caprichos los que dictaban el rumbo, sino sus amigos del crimen organizado: Frankie Carbo y Blinky Palermo. En 1961 ambos acabarían en prisión tras ser procesados por el fiscal general Robert F. Kennedy, en un juicio que destapó los vínculos mafiosos y la manipulación de combates.
En los años cincuenta esto era un secreto a voces, incluso expuesto en Sports Illustrated en 1954 por Budd Schulberg, que incomodó al estatus quo. Aun así, un nombre se mantenía constante: Jack “Doc” Kearns, manager y promotor legendario, siempre con una estrella en su establo y un nuevo plan bajo la manga.

Kearns fue el cerebro del primer “million-dollar gate” (Dempsey-Carpentier, 1921) y también del fiasco que llevó a la bancarrota a Shelby, Montana, con Dempsey-Gibbons. Así que, cuando empezó a hablar de un combate en Las Vegas, la pregunta era si sería otro Dempsey-Carpentier… o el final de Las Vegas antes de despegar.


Fiel a su reputación, descrito por el Los Angeles Times como uno de los grandes estafadores del deporte, Kearns tenía recursos que más tarde serían moneda corriente en la promoción moderna. Archie Moore, campeón semipesado, se resistía abiertamente a la influencia mafiosa. Venía pidiendo un duelo con Rocky Marciano, pero sin éxito pese a una racha de 19 victorias desde 1951. “The Old Mongoose” ya era veterano, pero aún lejos de su última página en el ring.

El 16 de mayo, Marciano defendería su título ante Don Cockell en San Francisco. Kearns, sin esperar, inventó un nuevo cinturón: el Heavyweight Championship of Nevada. La insinuación: que Marciano había evitado tanto a Moore como a Valdés, y que el verdadero campeón sería el ganador de esa noche. Era la época de campeones únicos por división, pero los cinturones “ficticios” creados con fines promocionales anteceden por décadas a la proliferación de organismos sancionadores.

Kearns también introdujo lo que sería la sangre vital del boxeo: los site fees de los casinos. El combate se realizó en Cashman Field (capacidad probada de 12.000 en un juego de béisbol meses antes), pero financiado por hoteles locales que esperaban recuperar la inversión en reservas y apuestas.
Inicialmente recaudó 67.000 dólares, luego subió a 100.000, sobre un cálculo de 150.000 en taquilla y la necesidad de cubrir bolsas de 25.000 por peleador y 50.000 en publicidad.


El mayor obstáculo no era el dinero, sino la salud de Moore. No peleaba desde agosto de 1954, había aumentado de peso y médicos detectaban un posible problema cardíaco. Antes de firmar oficialmente contra Valdés, un panel de doctores tuvo que declararlo apto. Moore alegó que su estrés se debía a un chantaje sentimental que lo dejó “drenado financieramente”.

Aun así, apenas entrenó. Lo poco que hizo fue en el Moulin Rouge, próximo a abrir como el primer casino y hotel desegregado de la ciudad. Su presencia allí dio publicidad extra. Mientras, Las Vegas vivía el Atomic Tourism, con turistas acudiendo a ver pruebas nucleares desde el Desert Inn. Kearns colocó la fecha el 2 de mayo, justo después del torneo de golf Tournament of Champions y antes de la siguiente detonación, buscando captar a esos visitantes.

Además de los problemas cardíacos, surgieron desacuerdos sobre el arbitraje. Se esperaba el sistema de 10 puntos de Nevada, pero no: James J. Braddock sería árbitro y juez único, puntuando solo asaltos ganados. Kearns sí aceptó empezar temprano (6:15 p. m.) para que la gente fuera luego al casino, práctica que aún se sigue por razones económicas y televisivas.

Aunque las cifras de Kearns son poco fiables, se anunciaron algo más de 10.000 asistentes y 102.678 dólares en taquilla. El público disfrutó de un combate recio y emocionante: uno de los grandes de todos los tiempos, Moore, contra el retador número uno, el cubano Valdés.


Pese a su edad y dudas físicas, Moore resistió. Con un ojo hinchado y un corte, castigó a Valdés más y más, aprovechando incluso el sol: “Lo giraba siempre hacia el sol. No podía evitarlo. Mis jabs de izquierda eran duros, rectos. Sus ojos se cerraban uno tras otro”, relató después.


Braddock dio 8-6-1 para Moore, restando un asalto a cada uno por faltas. El triunfo obligó a Marciano a enfrentarlo más adelante, en un duelo que generó la novena mayor taquilla de la historia en aquel momento. Kearns, tras apenas equilibrar cuentas, nunca más promovió en Las Vegas.

Aquella noche de 1955 anticipó mucho de lo que damos por hecho hoy. El verdadero auge vendría en los sesenta con Gene Fullmer, pero ya estaban allí figuras como Johnny Tocco, cuyo gimnasio se volvería un templo del boxeo. Con el tiempo, las veladas se trasladaron a interiores para evitar el calor, salvo excepciones en casinos como Caesars Palace, aumentando los site fees.

El impacto de Moore-Valdés no fue inmediato, pero sus huellas permanecen. El cuartel general de la promoción, Happy Vic’s Bar and Cocktails, se ubica en el mismo sitio donde hoy está el escenario principal de Fremont Street. El Moulin Rouge cerró en octubre, pero sigue siendo símbolo histórico.

Tres días después, muchos aficionados aún presenciaron una explosión nuclear en Yucca Flat. Si la catástrofe hubiera sido disuasoria, Las Vegas nunca habría prosperado. Como dijo Kearns: “Esta es la primera, última y única oportunidad de Las Vegas para convertirse en la capital deportiva del mundo.”

Setenta años más tarde, otro estadounidense afrodescendiente subirá de peso para enfrentar a un latino en Las Vegas. Pero hoy en día no hace falta persuasión extra: todos saben que es la capital del boxeo.
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