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Regis Prograis: “Soy adicto al boxeo, me siento incompleto sin él”
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Matt Penn
Matt Penn
RingMagazine.com
Regis Prograis: “Soy adicto al boxeo, me siento incompleto sin él”
Mientras Regis Prograis medita su próximo movimiento, tiene algo claro: por más duros que sean los golpes del boxeo —literal y figuradamente—, una vida sin él sería difícil de concebir.
El excampeón mundial en dos ocasiones, atrapado en el tráfico de Los Ángeles, conversa con The Ring con la pasión de siempre y un tono que roza la desesperación. Lo que transmite es claro: quiere seguir peleando.

—Todavía lo amo —dice—. Siento que estoy incompleto sin pelear ahora mismo. Estaría incompleto si no llego a ser campeón por tercera vez. Aún me queda mucho por dar. Sí, ya estoy en el lado más veterano, pero todavía puedo hacerlo.

—Entreno todos los días. Mi cuerpo aún lo aguanta. Sé que un día no lo hará, he hablado con boxeadores mayores y lo entiendo, pero por ahora sigo entrenando. Estuve en Las Vegas entrenando recientemente, haciendo lo mismo que hacen los jóvenes de 19 y 20 años. Ellos paran, yo sigo. Todavía tengo resistencia. Aún puedo encajar golpes, no me afectan tanto. Simplemente amo esto.

—En este momento de mi vida no sé qué haría si no peleara. Viajo mucho, hago negocios, trato de mantenerme ocupado fuera del ring… pero siempre pienso: “¿Qué haría conmigo mismo?”

—Puedes tener todo el dinero del mundo, pero necesitas un propósito en la vida, una misión. Y la mía es mostrarle a la gente cómo seguir adelante. Eso siento que es mi misión ahora.

—Soy adicto al boxeo. No sabría qué hacer sin él. Viajar cansa, tengo varias casas, incluso una casa enorme y loca… pero todo eso también se vuelve aburrido. Le decía a mi entrenador que es una locura poder hacer lo que quieras, cuando quieras, tener opciones ilimitadas, pero sigue siendo aterrador si no tienes un propósito. Aún es el boxeo. Pero el día que se acabe… no sé qué vendrá después.

A sus 36 años, Prograis vive el dilema clásico del boxeador que no quiere soltar los guantes. Aunque es difícil negar que sus mejores años podrían haber quedado atrás, él no está listo para cerrar el capítulo.

En 2016 comenzó su ascenso en la división de las 140 libras, noqueando a Joel Díaz Jr. y luego a Julius Indongo. A finales de 2018, entró al World Boxing Super Series (WBSS), venciendo al excampeón Terry Flanagan en cuartos de final y luego ganando su primer título mundial (AMB) ante Kiryl Relikh.
En la final, se midió al campeón FIB Josh Taylor en una pelea memorable en el O2 Arena de Londres. Aunque perdió por decisión unánime, aún sostiene: “Sigo creyendo que gané esa pelea.”

Tres años después, regresó como campeón al noquear a José Zepeda en el undécimo asalto y conquistar el título del CMB, completando una racha de cuatro nocauts tras la derrota ante Taylor.

Sin embargo, en diciembre de 2023, Prograis sufrió su primera caída en el ring frente a Devin Haney, conocido más por su técnica que por su poder. Haney lo dominó en una decisión amplia. Diez meses más tarde, cayó nuevamente en Mánchester ante Jack Catterall, quien lo derribó dos veces rumbo a otra derrota clara.


Tras ese revés, Prograis insinuó el retiro, pero pronto se anunció una pelea ante el mexicano Óscar Duarte para el 15 de febrero, combate del que tuvo que retirarse por una lesión en el hombro.

Hoy, su situación es incierta. En su tiempo libre lee mucho, y confiesa que uno de los temas que más lo intrigan es la encefalopatía traumática crónica (CTE), una enfermedad cerebral degenerativa vinculada a golpes repetidos en la cabeza.

—Leí un libro llamado Damage, de Tris Dixon —cuenta—. Lo estaba leyendo en campamento y mi entrenador me dijo: “Deja de leer eso, no deberías leerlo mientras estás en campamento.” Lo dejé a la mitad.
—Pero siento que cuando me retire querré saber más sobre el cerebro. Me interesa. Siento que soy diferente a muchos boxeadores. Me gusta leer, leo por horas al día.

—Quiero estudiar la CTE cuando termine de boxear. Conozco casos de boxeadores que murieron. Muchos de la vieja escuela. Fueron grandes en el ring, luego se retiraron y todo se vino abajo: perdieron el dinero, sufrieron demencia, quedaron “tocados”.
—Yo no quiero eso. No quiero perder todo lo que logré. No vale la pena ser una leyenda si terminas así. Prefiero ser como Sugar Ray Leonard: fue grande, hizo dinero, lo conservó, y salió bien del boxeo. Él lo hizo bien.

Para lograr algo así, Prograis sabe que tendrá que luchar también contra sí mismo. Afirma que está contento con Golden Boy Promotions, ya que mantienen a sus peleadores activos, aunque duda si confían en su estado físico.



Aun así, Prograis ve una división débil en las 140 libras, lo que alimenta su fe en que puede ser campeón mundial por tercera vez.

—Por eso siento que definitivamente volveré a ser campeón —añade—, si me mantengo saludable.
—Dicen que quizá pelee en julio o agosto. No sé contra quién todavía, pero mi meta es volver a ser campeón.

Antes de despedirse, lanza una última declaración desafiante:

—Un día llegará el momento de colgar los guantes, mis seres cercanos me lo dirán. Pero por ahora, todavía puedo aguantar el castigo en los entrenamientos. Mi cuerpo aún no se ha deteriorado.
—Un día no podré correr, nadar, hacer sprints, subir escaleras o hacer sparring. Pero ahora mismo, mi cuerpo responde. Y quiero seguir haciéndolo.

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