Ray Beltrán había soportado una carrera difícil, a menudo perjudicado por decisiones polémicas como peleador visitante. Sin embargo, encontró un hogar en el Wild Card Gym de Hollywood, donde trabajó como sparring regular de la superestrella del boxeo, Manny Pacquiao.

Esas experiencias ayudaron a mejorar a Beltrán (28-6, 17 KOs) diez veces más. A los 32 años, el mexicano llegaba con una racha de tres victorias consecutivas después de una controvertida derrota por decisión en diez rounds ante el entonces invicto Luis Ramos Jr., cuando le ofrecieron la oportunidad de enfrentar al campeón ligero de la WBO, Ricky Burns, en Escocia.

Por su parte, Burns (36-2, 11 KOs) también venía de superar adversidades. Tres años antes, había conquistado el título superpluma de la WBO con una sorpresiva victoria sobre Román Martínez, tras levantarse de la lona, y luego defendió el cetro en tres ocasiones.

Después, Burns subió a peso ligero, donde se convirtió en campeón mundial en dos divisiones al arrebatarle el título interino de la WBO al peligroso Michael Katsidis, antes de consolidarse como monarca absoluto con tres defensas, incluida una impresionante victoria por KO técnico en el cuarto round sobre Kevin Mitchell.

"Tuvimos algunos meses de aviso para la pelea con Burns", recordó Beltrán en entrevista con The Ring. "Fue un campamento de 10 semanas. No creían que yo fuera capaz de ganar. Lo tomaron como una pelea de ajuste, una defensa voluntaria para él".

Beltrán y su equipo, encabezados por el entrenador Pepe Reilly, viajaron desde Los Ángeles a Nueva York, luego a Londres y finalmente llegaron a Glasgow dos semanas antes del combate para aclimatarse.

"Recuerdo que el mánager de Ricky Burns, Alex Morrison, fue muy amable con nosotros", recordó Beltrán, quien llegaba como desventajado 7/2. "Nos trataron bien; la gente en Escocia fue respetuosa. Nos mantuvimos enfocados en la pelea, pero también conocimos la zona, caminamos, nos hospedamos en un buen hotel. Incluso fuimos en tren a Edimburgo y visitamos el castillo. La gente no me conocía; nunca había tenido una pelea grande antes".

El tono entre los púgiles fue cordial en la conferencia de prensa y el pesaje.

"Fue respetuoso. Yo nunca faltó el respeto a mis rivales, y Ricky también fue correcto", dijo Beltrán. "Fue una buena experiencia para promover la pelea. La gente era amable, pero me decían: 'Estamos aquí por Ricky, pero te deseamos suerte'. Lo aprecio y lo respeto. Ambos dimos el peso sin problemas; todo estaba bien".

Sin embargo, el ambiente se calentó justo antes de la pelea.

"Lo que más recuerdo es que estábamos esperando en la entrada, y toda la audiencia estaba en contra nuestra, gritando que nos iban a destruir… fue muy intenso", relató Beltrán, quien se convirtió en el enemigo público número uno ante 7,000 fanáticos hostiles. "Siento que fue a propósito. El boxeo es mental, y la gente conoce el juego. Nos retuvieron mucho tiempo en la entrada, con la multitud gritándome. Quizás intentaban intimidarme porque nunca había estado en un evento tan grande. Mis entrenadores estaban un poco nerviosos, pero yo no. Solo me motivó más. Pensé: 'Ya verán cuando salga de este ring'. Esa era mi meta".

Beltrán le dio un infierno a Burns, no solo derribándolo sino también rompiéndole la mandíbula. Sin embargo, el mexicano es firme en su versión sobre cuándo ocurrió la lesión.

"Le rompí la mandíbula a Ricky no en el segundo o tercer round como dijeron. Creo que intentaron hacerlo ver fuerte [por pelear con la mandíbula rota], y respeto a Ricky, pero estoy seguro de que se la rompí en el noveno round… lo sentí", afirmó Beltrán. "Vi un cambio. Noté que se aferraba demasiado".

El retador comenzó bien, con una agresión efectiva, antes de que Burns recuperara cierto control en los rounds 6 y 7.

Pero Beltrán resurgió en el octavo asalto con un brutal gancho izquierdo que mandó a Burns duramente a la lona. El campeón se levantó en la cuenta de 8 del réferi Phil Edwards y logró sobrevivir el round.

"Lo conecté bien. Estaba concentrado; no me sorprendió. Creo en mis habilidades", dijo Beltrán. "Sabía que podía noquearlo, pero no podía celebrar porque él tenía experiencia para recuperarse. Tuve que ser cuidadoso".

Beltrán cerró fuerte los rounds finales y parecía haber hecho lo suficiente para arrebatarle el título mundial a Burns.

Sin embargo, ambos peleadores tuvieron que esperar a que Michael Buffer leyera las tarjetas. El juez Carlos Ortiz Jr. favoreció a Burns 115-112, mientras que Andre Van Grootenbruel dio a Beltrán como ganador 115-113. El juez británico Richie Davies no pudo separarlos y marcó un empate 114-114.

"Me decepcionó el empate, pero no me sorprendió", admitió Beltrán. "Cuando salí del ring, los fanáticos estaban callados, y les agradezco porque muchos me dijeron: 'Oye, ganaste'. Sabían que me habían robado. Eran aficionados de verdad, apoyaban a Ricky, pero reconocieron mi victoria y me respetaron".

Burns fue operado de su mandíbula rota y le colocaron una placa de titanio. Aunque se habló de una revancha, nunca se materializó.

"Hubo conversaciones para un rematch con Ricky Burns, pero él no lo aceptó", concluyó Beltrán.

En cambio, Burns perdió su título seis meses después ante la estrella emergente Terence Crawford por decisión unánime en 12 rounds. El talentoso estadounidense luego dominó a Beltrán en su segunda defensa en noviembre de 2014, añadiendo también el título vacante de The Ring en peso ligero a su palmarés.

Impertérrito, Beltrán continuó su carrera. Estuvo a punto de disputar el título vacante de la WBO ante Takahiro Ao, pero falló el peso. Finalmente, coronó su sueño de ser campeón mundial en febrero de 2018, cuando derrotó a Paulus Moses por el título ligero de la WBO.