Cuando
Derek Pomerleau tenía siete años, vio por televisión de pago en Canadá cómo Lucian Bute se convertía en campeón mundial por primera vez.
Cuando Bute fue anunciado como nuevo campeón supermediano de la FIB tras derrotar a Alejandro Berrio, se desplomó emocionado en los brazos de su entrenador Stéphan Larouche, mientras decenas de miles de fanáticos quebequenses en el Bell Centre —y muchos más, como Pomerleau, frente al televisor— celebraban con orgullo el surgimiento de un nuevo héroe local que tomaba el relevo del querido Eric Lucas.
Aquel niño no podía imaginar que, años después, seguiría los mismos pasos de su ídolo, aunque desde entonces ya lo soñaba. Descubrió el boxeo cuando su padre, Steve, le mostró Rocky IV, y no tardó en ponerse los guantes y empezar a golpear su primer “saco”: el refrigerador familiar. Como el personaje que lo inspiró, sus sueños eran tan grandes como sencillos: ser campeón, pero también, algún día, entrar al Bell Centre, aunque fuera solo como espectador.
Dieciocho años después del triunfo de Bute, Pomerleau se encuentra a un paso de un puesto en el ranking mundial, tras ganar una pelea en Riad que también le aseguró una bolsa suficiente para comprar cualquier entrada en la casa de los Canadiens de Montreal y, sobre todo, acercarse a ser el próximo gran ídolo del boxeo quebequense.
El sábado por la noche, Pomerleau se clasificó para la final del torneo WBC Boxing Grand Prix —un certamen de 128 peleadores distribuidos en cuatro divisiones— al derrotar por decisión mayoritaria al colombiano
Carlos Sinisterra.
Curiosamente, Pomerleau hoy entrena bajo las órdenes del mismo dúo técnico que forjó a Bute: Stéphan Larouche y Danielle Bouchard, también responsables de devolver recientemente a
Kim Clavel a un título mundial. Desde adolescente, Larouche vio en él a un boxeador que “no solo boxeaba con técnica, sino con arte”.
Hasta ahora, ningún participante del Grand Prix ha generado tanta expectación como Pomerleau, que ha mostrado una versión distinta en cada una de sus cuatro victorias.
En abril, debutó con una clase magistral de boxeo en retroceso para vencer por decisión unánime al ucraniano
Liparit Ustian. En la siguiente fase, se levantó de la lona para noquear al medallista mundial irlandés
Paul Ryan. En cuartos, adoptó una postura más agresiva y fulminó en el segundo asalto al también ucraniano
Dmytro Rybalko.
Frente a Sinisterra, sin embargo, debió recurrir a su inteligencia y paciencia para imponerse en un combate táctico de seis asaltos.
“Hemos visto cuatro Derek Pomerleau diferentes en este torneo,” señaló Larouche. “En esta pelea puso un poco de todo. No podía quedarse en las cuerdas ni frente a un contragolpeador como él, ni depender solo de su poder. Un torneo así sirve para construir lo que llamamos la caja de herramientas.
Necesitaba esa clase de adversidad y de actuación para crecer en confianza y convertirse en un peleador más completo. Al final del torneo, tendremos un Pomerleau más maduro y mejor que cuando empezó.”
Su dominio no sorprende del todo. En 2024, noqueó al experimentado
Marcelo Coceres, un triunfo que quizá sea el más destacado de todos los participantes del torneo. Luego lo siguió con una victoria por detención sobre
Nathan McIntosh en un combate coestelar de una cartelera de Matchroom Boxing en Gatineau, transmitida por DAZN.
“Esa actuación ante Coceres es la que más me enorgullece,” dijo Pomerleau. “Subí de peso, enfrenté a alguien con mucha experiencia. Pero ahora siento que es mi momento. He estado en el gimnasio desde muy joven, siempre visualicé subir en los rankings. Tengo talento, soy disciplinado y estoy feliz por lo que viene.”
El torneo, además de darle continuidad, le permitió superar la falta de actividad que había frenado su progreso. Según Larouche, Pomerleau “tuvo que luchar desde el principio”, con cancelaciones, lesiones e irregularidad.
“Cuando vimos el torneo, sabíamos que era una oportunidad. Antes había tenido buenas victorias, pero sin ritmo. Ahora, gracias a [Turki Alalshikh y el CMB], se ha convertido en el boxeador más activo de Canadá,” afirmó su entrenador.
Desde diciembre del año pasado, Pomerleau prácticamente no ha parado de entrenar o pelear. El periodista canadiense Manny Montreal bromeó al decir que “no ha tenido ni tiempo para un viaje a Cancún ni para fiestas después de sus peleas”.
Para alguien que alguna vez tuvo que complementar su carrera trabajando en la planta cervecera de Labatt, poder dedicarse por completo al boxeo es un lujo.
“Hay que estar totalmente dedicado al deporte; no puedes hacer las dos cosas,” explicó entre risas. “Ahora vivo en Montreal, a dos minutos del gimnasio. Casi duermo allí. Trabajo duro junto a Stéphan y mi hermano, pero nos divertimos. Si no disfrutara el boxeo, no lo haría, pero es un deporte hermoso y me alegra formar parte de él.”
En la final del torneo, el 20 de diciembre en Riad, Pomerleau se enfrentará al australiano Dylan Biggs por un premio de 200.000 dólares y la oportunidad de convertirse en retador obligatorio al título plata del CMB. El canadiense asegura que ya lo había presentido desde abril: “Lo vi calentando en la misma zona y pensé: ‘vamos a encontrarnos en la final’.”
Mientras tanto, en Quebec, su popularidad no deja de crecer. El domingo, más de 300 personas se reunieron en el gimnasio de Larouche para ver su pelea en pantalla grande, y muchos más quedaron fuera por falta de espacio.
“Tiene pasión, dedicación y carisma,” señaló Larouche. “Eso no se enseña. Naces con eso, y Derek lo tiene. La gente lo ve, lo recuerda, lo siente. Así era Lucian Bute, así era Eric Lucas, así era Stéphane Ouellet.
Hace mucho que Quebec no producía un boxeador con ese talento y esa alegría por pelear, que entusiasme tanto al público. Si todo sigue así, podría ser el próximo en llenar el Bell Centre.”
Pomerleau, sentado junto a su entrenador, sonríe.
“Mi sueño literal es llenar el Bell Centre algún día, igual que Georges St-Pierre,” dijo, refiriéndose a la leyenda de la UFC. “GSP lo llenó él solo, y yo quiero hacerlo, pero para el boxeo.”