La Plaza de Toros de Ciudad de México era un lugar al que John H. Stracey juró que nunca volvería. En realidad, no era aficionado a ninguna plaza de toros. Había algo en el ambiente que no le encajaba, les dijo a sus compañeros olímpicos tras una visita turística mientras participaba en los Juegos Olímpicos de 1968.
Stracey perdió frente al eventual medallista de oro Ronnie Harris y no obtuvo ninguna medalla en aquellos Juegos. Se hizo profesional al año siguiente y sufrió algunas derrotas y un empate en sus primeros años en el boxeo rentado. Eventualmente ganó los títulos británico y europeo de peso wélter, pero para convertirse en campeón mundial tendría que volver a aquella plaza de toros en México.
A los problemas que probablemente enfrentaría Stracey se sumaba el propio campeón, José Nápoles, un boxeador nacido y criado en Cuba. Nápoles nació en 1940, demasiado tarde para haber presenciado corridas de toros en su país o la visita del célebre torero español Luis Mazzantini Eguía a la isla en la década de 1880.
La popularidad de la tauromaquia en Cuba creció después de las 16 corridas de Mazzantini allí, y perduró hasta que fue prohibida por militares estadounidenses hacia el cambio de siglo. Una frase inspirada por él sobrevive hasta hoy: “ni Mazantín el torero”, usada para describir a alguien o algo extremadamente difícil. Algunos recintos taurinos sobrevivieron temporalmente, por lo que Nápoles al menos sabía qué habían sido en su infancia.
Cuando el gobierno cubano prohibió el boxeo en 1961, Nápoles planeó desertar junto con varios otros peleadores y se trasladó a México. En su nuevo hogar, donde fue acogido de inmediato, Nápoles peleó en plazas de toros de distintos estados del país. Realizó 10 defensas de título en dos reinados diferentes y se volvió muy popular incluso en el Forum de Inglewood, California, uno de los principales recintos de boxeo para aficionados mexicanos y mexicoamericanos en la zona de Los Ángeles.
El problema de Nápoles no era de popularidad, sino de vicio y vida dura. En 1974, unos 18 meses antes de su encuentro con Stracey, el campeón realizó una defensa ante Hedgemon Lewis. El periodista de Sports Illustrated, Tex Maule, escribió tras la pelea:
“Nápoles tiene 34, y parece de 40. Tiene un fuerte y perdurable cariño por las mujeres amistosas, los caballos que pagan 20 a 1 o peor, y por ver el amanecer al final —no al inicio— del día.”
Incluso si su carrera aún no había terminado, Nápoles peleaba con un estilo refinado y un movimiento elegante que jamás vencen al tiempo. Ese deterioro inevitable, combinado con su amor por los placeres y la buena vida, significaba que su llama se apagaría más temprano que tarde. Además, la única derrota reciente de Stracey había sido por cortes, y él era un wélter fuerte y competente.
Cuando Stracey sufrió un corte sobre su ceja izquierda en los entrenamientos, la pelea estuvo a punto de cancelarse antes de que los médicos lo autorizaran. Luego, Nápoles dijo a la prensa mexicana que apuntaría a las cejas de Stracey, comentario que después acabaría jugándole en contra.
El repunte de campeones mundiales británicos en las últimas décadas oscurece el hecho de que antes se esperaba que los peleadores británicos tropezaran fuera de casa. Antes de Stracey, solo dos británicos habían ganado títulos mundiales en el extranjero: Ted “Kid” Lewis y Ken Buchanan. Contra Nápoles, Stracey enfrentría a un boxeador queridísimo en México, con un réferi mexicano, dos jueces mexicanos y un público mexicano casi hostil. Que “El Cubano Mexicano” fuera favorito por solo 5 a 3 era casi un milagro.
Incluso siendo una versión algo desgastada, Nápoles seguía siendo un operador formidable, como demostró perforando a Stracey con jabs y conectando varios ganchos de izquierda en el primer asalto. Stracey respondió con confianza con su jab… solo para recibir una combinación que lo envió a la lona.
A su crédito, Stracey no intentó huir ni recurrir al foul. Algunos amarres y una guardia alta lo mantuvieron de pie hasta el final del asalto. En el segundo, Nápoles ganó la batalla temprana de jabs mientras Stracey intentaba asentarse y frenar su ofensiva. El réferi permitió que Nápoles golpeara en el clinch de manera excesiva, y el campeón cerró el round con fuertes ganchos de izquierda.
La campana del tercer asalto sonó y, de pronto, el ojo izquierdo de Nápoles apareció hinchado al doble. No estaba claro qué había causado el daño, pero Nápoles cambió su estrategia y Stracey, confiado, avanzó. Con Nápoles contra las cuerdas, Stracey jabó y encadenó ganchos. Cuando Nápoles intentó dar un paso, sus piernas fallaron y cayó. En su emoción, Stracey conectó un golpe rozado con Nápoles ya en la lona, y algo fue arrojado al ring.
Afortunadamente no hubo caos, pero Nápoles fue declarado oficialmente caído y obligado a escuchar el conteo. Salió del apuro inmediato y caminó lentamente a su esquina al sonar la campana.
El equipo de Nápoles trabajó en sus ojos como posesos. El campeón ahora estaba cortado sobre el ojo derecho y lucía tan mal como el hinchado izquierdo. El público gritaba, alentaba, tocaba instrumentos, esperando darle fuerzas para retomar el control en el cuarto. Pero Stracey peleó con autoridad, llevando a Nápoles a las cuerdas a punta de jabs. Nápoles contraatacó al final del round y Stracey resistió bien esta vez.
Stracey hizo la pelea más física en el quinto. Nápoles parecía cansado e intentó amarrar, y en ese momento Stracey lo empujó, frotando su cabeza contra el rostro del campeón, lo que le valió advertencias. Stracey también terminó cortado en el ojo izquierdo, preparando el escenario para un posible baño de sangre.
En el sexto, más jabs de Stracey sacudieron la cabeza de Nápoles, que solo podía quejarse del trabajo en los amarres. El público abucheó mientras Stracey desgastaba a su ídolo, absorbiendo lo que le lanzaban y castigándolo con firmeza. En el último minuto del round, Stracey desató más de una docena de golpes sin respuesta con Nápoles contra las cuerdas, hasta que el réferi detuvo la carnicería.
“Nápoles tomó golpes que eran de otro mundo”, dijo Stracey después. “Supe que lo tenía en el cuarto asalto. Ya no tenía fuerzas.”
Un aturdido Nápoles no quiso comprometerse con una revancha o retiro inmediato. Finalmente, el viejo guerrero eligió retirarse, dedicando parte de su vida a enseñar boxeo gratis a los jóvenes de la zona. Casi 20 años de carrera le dejaron un récord de 81-7 con 54 KO. The Ring lo había clasificado entre los 10 mejores wélter de la historia incluso antes de su retiro.
El resto de las peleas de Stracey tuvieron lugar en Londres, donde hizo una defensa del título antes de perderlo ante Carlos Palomino. Esta vez Stracey cumplió su palabra y nunca volvió a una plaza de toros.