NUEVA YORK — El verano en la ciudad puede ser una época ideal para muchos, pero en el Bronx, el calor suele sacar lo peor de la calle.
“Literalmente es una zona de guerra cada verano,” dice Jose Guzman, exboxeador profesional y hoy un entrenador en ascenso. “Lo primero que pienso cuando cambia el clima es: ‘¿Cuál de mis amigos van a matar este año?’”
En 2025, fue Carlos Teron, de 34 años, padre de un bebé, quien fue asesinado a tiros en el vecindario de West Farms por un agresor aún no identificado. En 2018, fue Ronney Vargas, de 20 años, baleado un mes después de mejorar su récord a 8-0 como profesional.
Ambos habían encontrado en el boxeo no solo una carrera, sino una vía para superarse. Carlos, hermano menor del excontendiente mundial Jorge “The Truth” Teron, colgó los guantes tras su etapa amateur, pero el boxeo lo ayudó a formar una familia, conseguir trabajo como obrero de saneamiento y mantenerse alejado de la calle.
“Lo conozco desde que entró al gimnasio con 9 o 10 años,” recuerda Guzman. “Lo mataron justo cuando empezaba el calor. Lo mismo con Ronney Vargas. Esto es una tendencia constante. No hay muchos gimnasios en el Bronx. Si hubiera más que devolvieran algo a la comunidad, no veríamos tantas muertes como ahora.”
Guzman, de 36 años, ha vivido esa realidad en carne propia. Su padre se encargó de mantenerlo fuera de problemas a través del boxeo.
“El boxeo me dio paz porque me dio una rutina diaria,” explica. “Sabía que a las cinco iba al gimnasio, y eso me mantenía fuera de la calle. Mientras los demás estaban afuera, mi padre me decía: ‘Vamos al gimnasio’. Esa era nuestra vía de escape. No todos fuimos campeones del mundo, pero nos hizo mejores personas.”
Guzman no tuvo una carrera profesional brillante (récord de 6-14-1), pero se salvó del peligro y hoy trabaja como
entrenador, actualmente en el equipo de la campeona mundial Amanda Serrano, en Puerto Rico. Muchos de sus antiguos compañeros de gimnasio, sin embargo, no corrieron con la misma suerte.
“Creo que soy el único de aquel grupo que sigue en el boxeo y le va bien,” dice. “Algunos tienen buenos trabajos, gracias a esos gimnasios. Pero cuando cerraron, muchos se perdieron. Algunos terminaron muertos, presos o simplemente desaparecieron.”
El problema no es que no existan gimnasios, sino que la mayoría ya no ofrece programas gratuitos para los niños del barrio. Guzman celebra la posibilidad de que el programa Cops & Kids, que ya funciona en Brooklyn y Staten Island, llegue al Bronx. Pero el tiempo corre, y el verano se acerca.
“Nadie está devolviendo nada a la comunidad,” lamenta. “Todo es dinero. Por eso muchos niños se pierden en las calles. Mi hermano dejó de boxear y cayó por mal camino. Mi primo también. Como ya no había programas de la [Police Athletic League], terminó preso 25 años. Recién salió.”
La historia de Carlos Teron sigue pesando en su ánimo. Aunque ya no boxeaba, la comunidad que encontró en el deporte seguía siendo su círculo más cercano. Esa hermandad, dentro y fuera del ring, es lo que muchos no ven cuando critican al boxeo como actividad juvenil.
“Mis padres siguen viviendo en el mismo barrio. Muchos padres me preguntan: ‘¿Dónde hay un gimnasio en el Bronx para meter a mis hijos?’ Quieren que boxeen para que no caigan en la calle. Pero cuando ven los precios, se desilusionan. Antes pagabas $25 por una membresía. Ahora, los más baratos son de $80 o $100 al mes, sin contar el entrenador.”
Guzman recuerda cuando dirigió un programa gratuito en una escuela en Harlem, justo antes de la pandemia.
“Les enseñaba boxeo gratis todos los días después de clases. Eran los chicos más problemáticos. Muchos ni se hablaban. Los entrené tres veces por semana. Pasaron de ser los peores a sacar buenas notas y hacerse amigos. Todos se graduaron, pero cuando salieron del programa, mataron a dos.”
“En el funeral, sus compañeros decían: ‘El boxeo nos mantenía fuera. Después fuimos a un gimnasio y cobraban demasiado’. El boxeo salva vidas, pero se ha convertido en una forma de hacer dinero para muchos. Ya no se preocupan por los niños. Yo entreno a campeones, pero no tengo problema en entrenar gratis a los chicos. Estoy aquí por el boxeo.”
Para Guzman, la solución es sencilla: inversión pública y programas accesibles.
“Ojalá Nueva York abra gimnasios en cada condado, manejados por la ciudad y gratuitos para los chicos. Nueva York tiene dinero. Puede invertir en estos jóvenes. Espero que Cops & Kids llegue al Bronx, porque el próximo campeón del mundo tal vez esté ahora mismo metido en problemas o vendiendo drogas. Ese gimnasio puede cambiar eso. Puede salvar muchas vidas.”