Johnny Fisher cree que los duros y reveladores diez asaltos que compartió con Dave Allen en Arabia Saudita el pasado diciembre lo sacaron de su zona de confort.

Los pesos pesados británicos se enfrentaron en la cartelera secundaria de la revancha por el título unificado del peso pesado entre el campeón del CMB, OMB, AMB y de la Revista The Ring, Oleksandr Usyk y Tyson Fury.

Encantados de haber recibido la oportunidad de presentarse en un escenario tan grande, Fisher y Allen se convirtieron en un divertido dúo durante toda la previa del combate, compartiendo historias de sparring y bromas.

La pelea también comenzó de manera discreta, con Fisher imponiéndose en los primeros asaltos. Tras haber logrado adormecer a su rival en una falsa sensación de seguridad, el astuto Allen de repente comenzó a meterlo en una pelea. Derribó a Fisher con un gancho corto en el quinto asalto y pareció dominar la segunda mitad del combate. Sin embargo, los jueces premiaron el trabajo temprano de Fisher y le otorgaron una controvertida victoria por decisión dividida.

Una revancha era inevitable y, el 17 de mayo, Fisher (13-0, 11 nocauts) y Allen (23-7-2, 18 nocauts) se enfrentarán en el Copper Box Arena de Londres.

Allen ha hablado en repetidas ocasiones sobre la enorme diferencia de experiencia entre ambos, afirmando que es demasiado amplia para que Fisher pueda acortarla en tan poco tiempo, pero el invicto joven de 26 años de Romford claramente ha aprendido algo de su primer enfrentamiento.

Desde la conferencia de prensa de lanzamiento de la pelea, Fisher ha intentado por todos los medios evitar dejarse atrapar por el humor autocrítico de Allen.

Allen ha admitido que hizo todo lo posible por controlar al joven tanto dentro como fuera del ring en la primera pelea y, aunque ciertamente no es del tipo que se intimida por el nuevo enfoque serio de Fisher, ha reconocido haber sentido dudas sobre sí mismo en el pasado y podría empezar a cuestionarse si empieza a sentir que las cosas se le escapan de las manos.

"La previa de la pelea fue demasiado amistosa", dijo Fisher durante el programa ‘The Final Build-Up’ de Matchroom. "Fue demasiado agradable. No me motivó. Necesito ser un poco más frío. Estoy peleando con él. Es mi enemigo."

"No puedo ser tan amable. Cuando estoy en el ring no soy amable y tengo que aprovechar eso un poco más. Significa hacer mi trabajo correctamente, y mi trabajo es ganar una pelea de boxeo."

Fisher rápidamente ha desarrollado una gran industria propia. Desde su padre, amante de la comida china y de personalidad arrolladora, hasta su creciente ‘Bosh Army’ de fanáticos, se ha convertido en uno de los mayores vendedores de entradas del boxeo británico.

Hasta diciembre pasado, todo también le había salido bien sobre el ring y los observadores habían comenzado a elevar sus expectativas tras una serie de actuaciones impresionantes. Allen le ofreció un preocupante llamado a la realidad.

Consciente de la importancia de la revancha del sábado, Fisher se ha alejado de la atención y los aplausos y se ha marchado a Fuerteventura para prepararse para la pelea junto a su entrenador, Mark Tibbs.

"Quita todo lo demás. Toda la mi---a, todo el hablar, toda la mi---a de otra gente fuera del ring. Ellos no saben lo que es estar ahí dentro", dijo.

"La conclusión es que soy un boxeador profesional y todo lo demás es pura mi---a."

"Siempre he entrenado como profesional, siempre he entrenado duro, pero una cosa u otra a veces se interpone. Pequeños uno por ciento se van acumulando. Vences a Alen Babic en 20 segundos. Tienes un nocaut en Las Vegas en un asalto. No pierdes el enfoque porque soy un profesional, pero pequeñas cosas se pueden meter."

"Estamos volviendo a lo esencial, al lugar donde se necesita estar."